Estados Unidos, 1975
Dirección: Sidney Lumet
Con Al Pacino, John Cazale, Charles Durning
Duración: 125 minutos
Cómo no recordar los desastres de la guerra de Vietnam, el Napalm y la desolación de aquella
niña desnuda con la boca llena de horror que corre escapando del espanto.
En esos tiempos de violencia y destrucción que por desgracia no son diferentes a los que ahora
vivimos porque son los mismos poderes que siguen moviendo los mismos hilos para la
prosecución de fines que no son los nuestros se desarrolla la película basada en un hecho real:
un hombre común, que fue soldado activo en la guerra y que sueña con dar vida a sus sueños,
planea junto a su amigo el robo a un banco.
Concretado el copamiento es cercado por la policía. Ya no hay escapatoria.
Las formas de diálogo que unas veces se suceden entre las autoridades que reclaman se libere a los secuestrados y otras que se concretan por vía telefónica entre el protagonista y su primera esposa; o sorpresivamente con su pareja que anhela un cambio de sexo, o la propia cuando aquél sale a la calle y enfrentándose al jefe de policía realiza, con un histrionismo sin par, una arenga donde denuncia los cuarenta muertos que provocó la revuelta en la cárcel de Attica, logrando así la adhesión de los curiosos de siempre que se constituyen en un Coro implacable que como tal cambia de tesitura cuando se hace pública su identidad sexual, o se escinde con carteles a favor de la diversidad .
El ritmo de la obra se sostiene durante todo el tiempo y se potencia entre cámaras de TV, helicópteros, móviles policiales, marcha, y repartidores de pizza que encuentran sus quince
minutos de fama.
Una clase de interpretación es la que dicta Al Pacino con inflexiones, quiebres y una personificación que irradia y se sustenta con una galería de personajes memorables que Sidney
Lumet define con calidad y precisión. En definitiva es una clase magistral de actuación y dirección.