Irlanda, Bélgica, 2024
Dirección: Tim Mielants
Guión: Enda Walsh, basado en el libro de Claire Keegan, Ph Frank van den Eeden. Música: Senjan Jansen. Producción: Cillian Murphy, Alan Moloney, Matt Damon, Drew Vinton y Catherine Magee, para Artists Equity, Screen Ireland, Big Things, Wilder Content-Lionsgate. Elenco: Cillian Murphy, Eileen Walsh, Clare Dunne, Amy De Bhrún, Louis Kirwar, Michelle Fairley, Mark McKenna, Agnes O’Casey, Zara Devlin, Liadan Dunlea, Abby Fitz, Helen Behan, Emily Watson.
Duración: 96 minutos
Cuando se presentó en el festival de Berlín del año pasado, esta película irlandesa llamó la atención del público y la crítica por su sensible e inteligente acercamiento al tema del robo y exterminio de bebés en Irlanda durante los años 80, perpetrado por miembros de la Iglesia Católica. La novela original de Clara Keegan, publicada en Irlanda en 2020 y traducida al castellano un año después, lidia con la vida de un vendedor de carbón que descubre un secreto oscuro dentro de un convento, lo que hace que se cuestione su propio pasado como hijo de madre soltera.
La historia transcurre en 1985, en un pueblo del condado de Wexford, y sigue la vida de ese hombre que se ve obligado a tomar una posición ante la complicidad y silencio que rodea un escándalo de proporciones históricas: el robo y la adopción ilegal de niños nacidos en las llamadas “Lavanderías de las Magdalenas”, donde se reportaron las muertes de cerca de nueve mil niños desde 1922 hasta 1998, y el entierro de unos 800 en una fosa común. Algunas de las atrocidades cometidas en estas Lavanderías habían sido denunciadas ya en una película de 2002, The Magdalene Sisters, de Peter Mullan. Esta nueva obra abunda con más amplitud en el tema.
El hecho narrado por Keegan involucra a varias órdenes religiosas, específicamente a algunas monjas católicas, quienes después fueron acusadas de haber participado en la adopción ilegal de bebés. Muchos de ellos fueron sustraídos de sus madres biológicas bajo presión o a veces diciéndoles que sus hijos habían fallecido, para luego darlos en adopción a familias que buscaban un hijo.
El desafío de la adaptación del cineasta belga Tim Mielants, protagonizada por un obstinado Cillian Murphy (nominado al Oscar por Oppenheimer) y adaptada por la dramaturga Enda Walsh, fue encontrar formas de llevar elementos más sutiles a la pantalla sin depender demasiado de la exposición. Por eso, el film se vale de flashbacks para mostrar los años más jóvenes del protagonista. La superficie de la historia luce contenida y tranquila, y el excelente protagonista Murphy soporta gran parte de su peso emocional, encarnando a un hombre que lucha con su complicidad en un sistema que prospera en el silencio. La película está impregnada de vibraciones increíblemente tristes y estremecedoras, y hay por lo menos dos maneras idiotas de contemplarla. Una es la del espectador militantemente antirreligioso para quien afirmará su convicción de que las religiones en general y en particular el catolicismo son una asociación para delinquir. La otra es la del religioso acrítico que saldrá pensando que la película es un ejercicio de manipulación para desprestigiar a la Iglesia. Ambos enfoques son erróneos, claro, y cierto conocimiento de la condición humana debería servir para recordar que las instituciones religiosas están integradas por seres humanos, y de que ya se sabe de lo que es capaz la gente (San Agustín de Hipona, en quien no caben sospechas de antirreligiosidad, se refirió alguna vez a la Iglesia Católica llamándola “Santa y Prostituta”).