No es fácil encasillar a Bernardo Bertolucci, quien falleció el pasado 26 de noviembre en Roma. Nacido en Parma en 1941, su edad lo convierte en un epígono más joven que lo ha dado en llamarse la terza generazione del cine italiano, el conjunto de cineastas, algo mayores que él, que intentaron hacia fines de los cincuenta reverdecer los marchitos laureles del neorrealismo (los Taviani, Vancini, Zurlino, Francesco Rosi, Franco Rossi, Bolognini, quizás Pasolini aunque su caso es más atípico y personal). Más que del neorrealismo, el Bertolucci inicial parece derivar de la Nouvelle Vague francesa, con algunos claros contactos con Godard en un film como Antes de la revolución y una ambición literaria (Tema del traidor y del héroe de Borges, muy libremente adaptado en la excelente La estrategia de la araña, que debe ser su mejor película de ese período). El propio Bertolucci ha dicho en algún reportaje que fue deliberada su intención de salirse de ese nicho intelectual para incursionar, sin renunciar a un sesgo personal (con dos rasgos persistentes: sexo y política), en el cine mainstream, con mayores presupuestos, estrellas famosas y distribución a través de las grandes empresas transnacionales que su proclamado comunismo debería detestar. El primer paso en esa dirección se llamó El conformista, una reflexión sobre el fascismo que sigue pareciendo otra de sus mejores películas, que se inspiraba en Moravia y tenía en su elenco a Trintignant.
El incordio es que esa salida al ruedo generó algunos equívocos, el más famoso de los cuales se llama Último tango en París, donde el legendario escándalo oscureció casi toda discusión seria sobre sus valores y sus carencias en el plano estético. Mucha gente se empeñó en ver en esa película la pornografía que no estaba, y alguna crítica valiosa como la norteamericana Pauline Kael agregó más leña al fuego sosteniendo que se trataba de un momento tan importante para el cine como La consagración de la primavera de Stravinski lo fue para la música, lo que hizo razonar a Norman Mailer (quien no solía escribir de cine) que si la mismísima Miss Vinagre decía eso de una película algo debía tener.
Último tango hizo de Bertolucci una celebridad, los cuestionamientos éticos fueron posteriores, y la aprovechó para conseguir más presupuesto, elencos internacionales y la posibilidad de encarar relatos de gran aliento como Novecento o El último emperador, que han servido para ilustrar más nítidamente sus virtudes y sus límites. En el debe hay que colocar, casi siempre, cierta superficialidad dramática, un exceso de pretensiones y un notorio maniqueísmo en el diseño de personajes. En el haber (y no es poca cosa), una destreza de “filmador”, más que de “director”, que le permitía armar escenas complejas, entrecruzar acciones, usar el montaje alterno para otorgar un espesor a situaciones que de otra manera podrían haber desembocado en la trivialidad.
De sus raíces “nouvelle vaguianas” y sesentistas deriva cierto espíritu cinéfilo persistente en el Bertolucci posterior, que llega hasta el homenaje explícito de** Los soñadores a Band à part** de Godard. De sus inquietudes políticas hay constancia, sobre todo, en Novecento, aunque la caída de la Unión Soviética y sucursales pareció empujarlo (como a los Taviani) a cierta toma de distancia, a concentrarse en personajes individuales y sus enrarecidas relaciones (y hasta en el “pequeño budismo”), haciendo a un lado los ímpetus más épicos y colectivos de films previos. De todos modos esa actitud no era nueva en su carrera: arrancaba también desde los tiempos de Último tango, y se reiteraría en películas posteriores en las que personajes excéntricos y generalmente intelectuales intentaban (y habitualmente fracasaban) en la construcción sus propios mundos utópicos y autónomos (el tema llega hasta Los soñadores). En este repaso de su obra, no completo pero sí bastante representativo, está casi todo eso. Y también la oportunidad de ver su cine en la gran pantalla y en 35mm: películas como Novecento o El último emperador, sin ir más lejos, pierden bastante en el televisor o el monitor de la computadora.
DIR: Bernardo Bertolucci / 112 min.
Italia 1964.
DIR: Bernardo Bertolucci / 113 min.
Italia / Francia 1970.
DIR: Bernardo Bertolucci / 136 min.
Italia 1976.
DIR: Bernardo Bertolucci / 130 min.
Italia / Francia 1972.
DIR: Bernardo Bertolucci / 160 min.
Italia/ Reino Unido / China 1987.
DIR: Bernardo Bertolucci / 115 min.
Reino Unido / Francia / Italia 2003.
DIR: Bernardo Bertolucci / 96 min.
Italia 2012.
DIR: Bernardo Bertolucci / 136 min.
Italia 1976.
Seguimos con esta vieja costumbre de los cineclubes de programar también lo que sus socios reclaman. En cada una de las pastillas dedicadas a la película propuesta figura el nombre de quien la propuso, a quien corresponde extender los agradecimientos del caso.
Ver másA diferencia de otros colegas suyos, John Ford (1894-1973) nunca contribuyó a la configuración de su propia leyenda. En las entrevistas que le hicieron se muestra lacónico, pragmático y hasta llega a decir que algunas películas que hizo nunca las vio. Jamás se puso a hablar de su vocación de poeta, del estilo visual que desplegó con absoluta coherencia desde sus primeros films, de su oído para ...
Ver más