Alguien sostuvo alguna vez que en el cine de John Ford existían dos arquetipos masculinos básicos: el “fronterizo”, el pionero que abre caminos, generalmente John Wayne, y el “civilizador”, el que trae los valores de la democracia y el progreso social, generalmente encarnado por Henry Fonda. Ese segundo tipo humano parece suficientemente representado por el Abrahan Lincoln de El joven Lincoln, por los reclamos de justicia social del Tom Joad de Viñas de ira, en cierta forma por el Wyatt Earp de Pasión de los fuertes, que tiene también algo de fronterizo pero pacífica a un pueblo salvaje.
Ese no fue por cierto el único registro de Fonda, quien fue un actor algo rígido pero bastante versátil que también supo cultivar la comedia (Las tres noches de Eva) y hasta ser el villano más villano de la pantalla (Érase una vez en el Oeste), pero fue ciertamente el que el actor prefirió cultivar cuando tuvo la suficiente libertad como para decidir los papeles que quería interpretar. No debe llamar la atención que en su madurez se lo haya visto encarnar con frecuencia a presidentes u otros políticos liberales. El propio y liberal Otto Preminger lo eligió sin casualidad para blanquear en Tormenta sobre Washington a un personaje que en la novela original del conservador Allen Drury era un tipo mucho más desagradable y no muy de fiar.
No deja de resultar una descorazonadora ironía que quienes conocieron a Fonda de cerca tuvieran de él una opinión diferente de la que divulgaba su más reiterada imagen cinematográfica. Sus hijos Jane y Peter mayoritariamente lo odiaron, más allá de alguna reconciliación final (En la laguna dorada fue un empeño de Jane), acusándolo de ser el principal responsable del suicidio de su madre. Peter llegó a decir incluso que la película en la que Fonda fue más Fonda era Fort Apache, donde encarnaba a un arrogante, un autoritario y un irresponsable enfrentado a un John Wayne liberal. Ya se sabe que el viejo John Ford tenía un particular sentido del humor.
De todos modos, la idea de un Fonda “civilizador” tiene un considerable sentido cinematográfico, y este ciclo lo demuestra incluyendo varios ejemplos y una negación.
DIR: Fritz Lang / 86 min.
Estados Unidos 1938.
DIR: John Ford / 95 min.
Estados Unidos 1939.
DIR: John Ford / 128 min.
Estados Unidos 1940.
DIR: William Wellman / 72 min.
Estados Unidos 1943.
DIR: John Ford / 120 min.
Estados Unidos 1948.
DIR: Sidney Lumet / 96 min.
Estados Unidos 1957.
DIR: Sidney Lumet / 112 min.
Estados Unidos 1964.
Seguimos con esta vieja costumbre de los cineclubes de programar también lo que sus socios reclaman. En cada una de las pastillas dedicadas a la película propuesta figura el nombre de quien la propuso, a quien corresponde extender los agradecimientos del caso.
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