Centenario Torre Nilsson

El 5 de mayo se cumplen cien años del nacimiento de Leopoldo Torre Nilsson, un nombre que importa en el cine argentino. Hay que ubicarlo en su contexto. Desde comienzos del sonoro, la industria cinematográfica argentina se había orientado sobre todo a la explotación de cómicos y cantantes permitiendo de cuando en cuando la afirmación de algunas personalidades interesantes que se destacaban del conjunto: el populismo de Manuel Romero y Leopoldo Torres Ríos, el esteticismo de León Klimovsky, la vitalidad dramática de Mario Soffici, la épica no exenta de retórica de Lucas Demare o el humor sofisticado de Carlos Schliepper. Casi siempre prescindió de los problemas de la realidad para nutrir sus temas, en parte porque buscaba el éxito comercial del
entretenimiento, en parte porque la censura era un fastidio.
Ese cuadro no cambió con el peronismo, que incorporó empero algún otro nombre valioso como Hugo del Carril. La caída de Perón en 1955 no produjo cambios esenciales en el panorama cinematográfico. Volvieron algunos exiliados, se fueron otros, los viejos realizadores siguieron siendo viejos. También las crisis políticas y sociales se sucedieron.
Hacia 1958 había realmente solo dos directores que llamaban la atención (luego aparecieron los de la “nueva ola” argentina, que fueron rápidamente acallados). Nos referimos a Fernando Ayala y Leopoldo Torre Nilsson, éste último hijo del también director Torres Ríos (la “s” del apellido se perdió entre una generación y otra por error de un burócrata del Registro Civil). El éxito de ambos tuvo que ver también con los temas aportados por nuevos escritores: La casa del ángel (Torre Nilsson) provenía de una novela de Beatriz Guido, esposa del director y más adelante su guionista habitual; El jefe y El candidato, dirigidas por Ayala, se inspiraban en David Viñas.
Hacía 1960 se produce la eclosión de nuevos talentos (Kuhn, Kohon; Antín) que fueron ahogados por la industria tradicional y Ayala se volcó a empresas más comerciales, aunque con su socio Héctor Olivera realizó el milagro de sostener Aries, una de las productoras más permanentes y que sobrevivió a democracias y dictaduras. Torre Nilsson, entre aciertos y errores, apoyó a otros inquietos (Murúa, Kohon, Favio) y defendió un cine de expresión personal.
Lo mejor de Torre Nilsson estuvo en el drama familiar con algunos rasgos morbosos en ambientes claustrofóbicos, con énfasis de cámara e iluminación aprendidos en Orson Welles (La casa del ángel, La caída, La mano en la trampa); convenció menos en el cine épico y patriótico, género al que accedió más por necesidades comerciales que por real convicción (El santo de la espada, La tierra en armas). Y si pudo descender a la caricatura de un film político latinoamericano (Los traidores de San Ángel), estaba pasando por una buena época (La guerra del cerdo, Boquitas pintadas, El pibe Cabeza, en menor medida Piedra libre) cuando lo sorprendió una muerte prematura el 8 de setiembre de 1978.

Piel de verano

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 96 min.

Argentina 1961.

La tigra

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 60 min.

Argentina 1954.

Un guapo del 900

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 84 min.

Argentina 1960.

La mano en la trampa

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 91 min.

Argentina 1961.

La maffia

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 120 min.

Argentina 1972.

La guerra del cerdo

DIR: Leopoldo Torre Nilsson / 90 min.

Argentina 1975.