LAUREN BACALL 100

“Si me necesitas silba. Sabes cómo se hace, ¿verdad? Uno junta los labios y sopla”. La frase se la decía Lauren Bacall a Humphrey Bogart en Tener o no tener de Howard Hawks, el film que los reunió y que la lanzó al estrellato. En 2024, Bacall cumpliría cien años, lo cual es un pretexto tan bueno como cualquier otro para recordarla.
Lauren entró en el cine por la puerta grande, del brazo de Bogey. Tenía 19 años cuando Slim, la esposa de entonces del director Hawks, llamó la atención de su marido hacia ella, que antes había hecho teatro y que se convirtió de la noche a la mañana en la protagonista femenina de Tener o no tener (1944), una suerte de ersatz hawksiano de Casablanca inspirada en la novela homónima de Ernest Hemingway. Allí se encontró con Bogart, de 44 años, y saltaron chispas.
Había nacido en Nueva York el 16 de septiembre de 1924, hija de un matrimonio de inmigrantes judíos. El padre estaba emparentado con alguien famoso: el ex presidente de Israel Shimon Peres, de quien Lauren afirmó ser “prima hermana”.
Tener o no tener fue un precoz ejemplo de madurez estelar: la mezcla de sensualidad y seguridad para plantarse ante la cámara que Lauren mostró allí nunca la abandonó. En los años cuarenta se convirtió en una de las reales musas del cine negro, género que conoció entonces una culminación y que practicó bajo las órdenes de Hawks (Al borde del abismo, 1946, sobre la novela El sueño eterno de Raymond Chandler, con Bogart en el papel de Phillip Marlowe), Delmer Daves (La senda tenebrosa, 1947) y John Huston (Huracán de pasiones, 1948). En todos esos casos Bogey fue su pareja en la pantalla. La relación generó alguna festejable broma cinematográfica: en una escena de Cómo pescar un millonario (1953, director Jean Negulesco), las cazafortunas encarnadas por Marilyn Monroe, Betty Grable y Lauren discutían las posibilidades de diversos candidatos al matrimonio, y una de ellas proponía “a ese actor que trabajó en La Reina Africana”. Se trataba de Bogey, claro, y Lauren lo descartaba por «demasiado viejo».
Estuvieron casados hasta la muerte de él en enero de 1957. El actor padecía cáncer de esófago y eso estaba reduciendo su capacidad de trabajo en sus últimos años: un papel que fuera escrito originalmente para él (el del capitán del barco de Callejón sangriento, 1955, director William Wellman) debió ser reescrito para John Wayne, aunque Lauren conservó el protagonismo femenino (volvió a actuar con Wayne en 1976 en El tirador de Don Siegel, la melancólica despedida del Duke).
De hecho, Bacall actuó con varios de los grandes de Hollywood: no solo Hawks, Daves y Huston sino también Minnelli (Pasiones sin freno, 1955; Designios de mujer, 1957), Douglas Sirk (la notable Palabras al viento, 1956) y varios más.
En los últimos años sus apariciones en cine se habían espaciado, pero siguió corriendo riesgos (por ejemplo, un papel en la polémica y experimental Dogville de Lars von Trier), continuó haciendo teatro, escribió sus memorias y siguió apoyando causas progresistas. Junto a Bogart había tomado partido contra el maccarthysmo en los años cincuenta, y apoyó las candidaturas demócratas de Adlai Stevenson y de Robert Kennedy (las malas lenguas de Hollywood afirmaron incluso que fue amante del primero de los mencionados políticos).
Y siguió siendo una discutidora hasta el final: en más de un reportaje se manifestó sensatamente en contra de la mediocridad del Hollywood de hoy, con varias acideces hacia el estrellato de Tom Cruise y otros colegas.
Las dos películas de Howard Hawks que integran el presente ciclo tienen un interés muy partícular. Tener o no tener es la que lanza Lauren; Al borde de abismo, una de la culminaciones del cine negro, y de Hawks, solo comparable en los años cuarenta a clásicos como Pacto de sangre de Wilder y Traidora y mortal de Tourneur.

Tener y no tener

DIR: Howard Hawks / 100 min.

Estados Unidos 1944.

Al borde del abismo

DIR: Howard Hawks / 109 min.

Estados Unidos 1946.