Akira Kurosawa integra, con pocas discrepancias, la Santísima Trinidad del cine japonés, cuyo probable Padre fue Yasujiro Ozu y su Hijo seguramente Kenji Mizoguchi . Eso convertiría al autor de Rashomon, La fortaleza escondida y Los siete samurai en el Espíritu Santo, el tercero de la lista. Algún dato adicional puede explicar que Kurosawa sea empero el más apreciado de los tres en Occidente, y el que despierta menos entusiasmos en su propio país, donde se lo como “demasiado occidentalizado”.
Eso no sería en principio, por supuesto, un defecto, y hasta podría vérselo como una virtud: lo hace más universal. Pero es también consecuencia de la voraz curiosidad de Kurosawa por la cultura occidental, ejemplificada por su aprecio (y su considerable parecido) con el cine de John Ford (“ese hombre que solo hacía películas maravillosas”, Kurosawa dixit) y por la frecuencia con la que llevó al cine, aunque adaptándolos a su universo personal, a autores como Gorki, Dostoievski y hasta Ed McBain. William Shakespeare no podía faltar en esa lista, y está también en este ciclo que reúne lo que Kurosawa hizo con Macbeth, Rey Lear y, más disimuladamente, Hamlet.
DIR: Akira Kurosawa / 106 min.
Japón 1956.
DIR: Akira Kurosawa / 150 min.
Japón 1960.
DIR: Akira Kurosawa / 162 min.
Japón 1985.
Fue a instancias de un grupo de personalidades vinculadas al cine (directores, académicos, cinéfilos), nucleados, por supuesto, en torno a la Cinemateca Uruguaya que por entonces dirigía Manuel Martínez Carril, que el 13 de marzo de 1995, en los altos de la Sala Pocitos en la calle Chucarro, abrió sus puertas la Escuela de Cine del Uruguay (ECU). Era la primera institución en Uruguay dedicada e...
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