Estados Unidos, 1936
Dirección: John Ford
Con Warner Baxter, Gloria Stuart, Ernest Whitman, John Carradine, Harry Carey, Claude Gillingwater.
Duración: 96 minutos
"No se debe hacer villanos de los perdedores", dijo Buster Keaton en relación con su The General, que transcurría en la Guerra de Secesión. En este film Ford toma al pie de la letra esa regla y además juega toda la acción en clave metafórica: empieza con el asesinato de Lincoln, el gran unificador, y enseguida traslada su atención sobre uno de los acusados de organizar ese crimen, el médico Samuel Mudd, que se salvó por un voto de la ejecución y en cambio recibió una pena de cadena perpetua en una fortaleza remota. Ese es el prisionero del odio del título local, que por una vez es aún más pertinente que el original porque Ford se esfuerza en demostrar lo que mantiene cautivo a Mudd es esencialmente la fuerza del odio, encarnada en distintos personajes y más notoriamente en el carcelero desquiciado que interpreta John Carradine. Después, por una circunstancia que es histórica y cuado el odio baja la guarda, el Dr. Mudd asume, un poco a su pesar, el rol unificador perdido: negros y blancos, presos y libres, sudistas y norteños, sanos y enfermos, buenos y malos, todos terminan formando parte del torbellino conciliador que se desata al final, en pos de una vida mejor. Al pie debe señalarse que la actriz que interpreta a la abnegada esposa del Dr. Mudd es Gloria Stuart, muchas décadas antes de interpretar la versión anciana de Kate Winslet en Titanic.
A diferencia de otros colegas suyos, John Ford (1894-1973) nunca contribuyó a la configuración de su propia leyenda. En las entrevistas que le hicieron se muestra lacónico, pragmático y hasta llega a decir que algunas películas que hizo nunca las vio. Jamás se puso a hablar de su vocación de poeta, del estilo visual que desplegó con absoluta coherencia desde sus primeros films, de su oído para ...