Inmediatamente detrás de esta película hay una novela pero, más atrás, hay hechos reales que saltaron a la luz en 2009, cuando un grupo de ocho hombres de religión menonita, habitantes de una aislada colonia ubicada en Bolivia llamada Manitoba, fueron denunciados ante la justicia por miembros de su propia comunidad, acusados de violar a más de 100 mujeres en el transcurso de varios años.
En el juicio, que tuvo lugar en 2011, surgieron detalles horribles: los hombres habían convertido un anestésico de vaca en un aerosol que sedaba a los humanos. Durante años, lo rociaron en las ventanas de los dormitorios por la noche, antes de escalar para violar a las mujeres. Por la mañana, las sobrevivientes tenían pocos o ningún recuerdo de lo ocurrido. Sus cuerpos a menudo estaban magullados; sus sábanas manchadas de sangre. Los acusados insistieron en que las violaciones eran producto de la "imaginación femenina salvaje”; de las mujeres o, tal vez, obra de fuerzas demoníacas. Lo más inquietante de la historia es que una posterior investigación periodística reveló que lo que el juicio sacó a relucir fue apenas una punta del iceberg, que los abusos denunciados continuaban cometiéndose y que sus alcances iban mucho más allá del caso aislado. A las mujeres que fueron atacadas no se les ofreció terapia ni asistencia. Hubo pocos intentos de profundizar en los hechos más allá de las confesiones y, luego de que atraparon a los culpables, nunca más se habló del asunto públicamente. Grupos más sensatos de Canadá y Estados Unidos ofrecieron enviar asesores a Manitoba para prestar asistencia psicológica a las víctimas, pero los hombres de la colonia rechazaron la oferta. Después de siglos de tensión con grupos menos tradicionales, el liderazgo de los viejos colonos vio la propuesta como un intento para fomentar el abandono de sus costumbres tradicionales.
Ese episodio real inspiró a la novelista Miriam Toews, y más cerca a esta película de Sarah Polley que inevitablemente ficcionaliza una parte de su historia. La escritora se vinculó estrechamente a algunas de las víctimas, y la directora Sarah Polley, a menudo actriz talentosa, adaptó la novela al cine conservando una fidelidad esencial al texto aunque sintetizando inevitablemente algunas cosas y omitiendo referencias al lugar preciso donde ocurrieron los hechos y a la religión concreta de que se trata.
La realización de Polley se valoriza en la calidad de su elenco, las delicadezas de una fotografía de colores apagados, y la alternancia del espacio principal cerrado de reuniones en un granero con los planos del entorno, alcanzando a comunicar la sustancia de un drama duro y potente. En el diario español ABC Oti Rodríguez Marchante señala que *“la película expone su alegato, argumenta con sensatez y pasión, muestra heridas y dudas y se ubica razonablemente en el lado bueno del mundo”. Para Irene Crespo, de Cinemanía, se trata de “una película que, a pesar de ser un diálogo intenso constante, no te suelta ni un segundo”. Oscar a mejor guión adaptado 2022 y otros premios.