Filipinas, Francia, Singapur, Indonesia, Alemania, Qatar, 2021
Dirección: Carlo Francisco Manatad
Guión: Giancarlo Abrahan, Jérémie Dubois, Carlo Francisco Manatad. Fotografía: Lim Teck Siang. Música: Andrew R. Florentino. Producción: ACC Cinematografica Films, Quantum Films, House on Fire, Dreamscape Entertainment TV, Globe Studios, Black Sheep, Kawankawan Films, Weydemann Bros, CMB Films. Elenco: Charo Santos-Concio, Daniel Padilla, Rans Rifol.
Duración: 105 minutos
Hay una innegable ambición detrás de esta película de Carlo Francisco Manatad. Ambientada después del tifón Haiyan de 2013 (también conocido como Super Tifón Yolanda), la película comienza cuando Miguel (Daniel Padilla) se despierta y se da cuenta de que su casa ha desaparecido: solo quedan él y su sofá. El personaje empieza a buscar a su madre Norma (Charo Santos-Concio) y su novia Andrea (Rans Rifol) lo encuentra a él. La ruina (arquitectónica, emocional y moral) los rodea a todos. Desean largarse, pero Norma insiste en encontrar al padre desaparecido de Miguel, por lo que se aventura sola y promete encontrarse con la pareja en los muelles.
La historia contiene por lo menos un elemento autobiográfico de su director, el filipino Manatad: en efecto, su ciudad natal, Tacloban, fue destruida por un tifón equivalente a un huracán de categoría 5, mató a más de 6000 personas, miles más desaparecieron, decenas de miles resultaron heridas y miles de millones de dólares se perdieron en daños a la propiedad y la agricultura. La película transmite la experiencia de caminar entre escombros y cadáveres, escuchar con alarma los anuncios de una posible segunda tormenta, enfrentar la necesidad de predecir lo impredecible a medida que las acciones de otras personas se vuelven erráticas o impensables. El resultado es, inevitablemente, el miedo y la desorientación, aunque Manatad es capaz también de incorporar una cuota de humor.
Uno de los méritos del trabajo del director y su equipo consiste en su habilidad para encontrar casi siempre la manera de hacer que lo corriente se vuelva sorprendente e incluso inolvidable. Hay momentos inocuos como el de la novia hambrienta agarrando más y más galletas después de que le han dicho que conserve lo que queda, y otros insólitos como ese niño que simula en silencio comer palomitas de maíz de un balde vacío.
Otra de la virtudes del film radica en su elenco. Padilla interpreta a Miguel con fragilidad e intensidad. Rifol respira encanto como la resuelta Andrea. Lo más atractivo es acaso Santos-Concio como Norma. Concio, una ejecutiva jubilada de una cadena de televisión y presentadora de dramas en horario estelar, le inyecta a la dura matriarca una fuerza tranquila, aunque es capaz de estallar en inesperadas invectivas.
El diálogo es escaso pero inteligente, y a veces aparece totalmente omitido: el director sabe que el cine es, sobre todo, imagen. El hábil guion se desarrolla en un crudo paisaje visual que es testimonio de la diligencia del diseñador de producción Whammy Alcazaren. En el interior, las chozas embarradas iluminadas con velas funcionan como refugios temporales. Afuera, las calles de Tacloban están llenas de cadáveres entre escombros. Manatad filmó su extensa película en varias locaciones, con cientos de extras y un puñado de cameos veteranos del cine independiente para apoyar a los protagonistas. Los tramos finales pueden resultar particularmente llamativos: una incursión en lo extraño, lo surrealista y lo inesperado que es otro de los aciertos de un film valioso.