Zinc caliente ( )

31 de julio del 2024

EL HOMBRE DEL TEJADO (Marinen pa take t). Suecia 1977. Director, Bo W iderberg. Productor, Per Berglund. Jefe de producción, Stefan Jarl. Libreto de Bo W iderberg, sobre novela de Sjów all/Wahldó. Fotografía (Eastman color), Odd Geir Saether. Montaje, Bo Widerberg, Sylvia Ingemarsson. Dirección artística, Ulf Axén. Vestuario, Bo W iderberg. Música, Bjórn Jason Lind h. Coordinación, SuzanneBran-ner. Sonido, Lennart D unér, Leif Westerlund. Producción Svenska Film in stitutet/Svensk Film industri (E stocolm o).Elenco: Carl-Gustaf Lindstedt (Martin Beck), Sven Wollter (Lennárt Kollberg), Eva Remaeus (Mrs. KolIberg), Thomas Hellberg (Gunvald Larsson), Hakan Serner (Einar Ronn), Birgitta Valberg (viuda Nyman), Ingvar Hirdvall (Ake Eriksson), Torgny Anderberg (superintendente Malm ), Folke Hjort (Melander) Cari Axel Heiknert (Hult).

Duración: 118 minutos. (Radio City , 20/V111/1981)

El cine sueco tenía una carencia, pero ya no la tiene más. Hace cuatro años hizo el primer "thriller" de suspenso, iniciativa de Bo Widerberg, un director a veces refinado y exigente (El barrio del cuervo, Elvira Madigan, Adalen 31, Cenizas al viento) que premeditadamente copia la fórmula de policial violento que Hollywood ha explorado por años y le introduce apenas dos o tres signos de interrogación sobre honestidad e idoneidad policial, con apuntes menores de policías entre sí a veces tan aburridos como el film resultante, más alguna brutalidad (también policial) que le puede añadir una apariencia crítica y democrática. El film no es ni una cosa ni la otra, porque se limita a repetir la fórmula ajena a lo largo de un relato en dos partes: en la primera un oficial de policía muere violentamente en un hospital y sus colegas deciden averiguar cómo y por qué ha pasado eso. Lo resuelven más pronto de lo previsto y con menos complicaciones que en USA, de modo que los cuarenta minutos finales ubican al asesino en el correspondiente tejado y despliegan helicópteros, autobombas, policías y unos cien mirones en los suburbios para demorar lo inevitable. En ese momento el asesino es atrapado, el crimen no paga, el suspenso deportivo cede y los virtuosismos (no muchos) de fotografía, continuidad y montaje terminan: su función era llenar el ojo al espectador, un ser por naturaleza ávido de acción y suspenso que puedan compensar su pasividad en una butaca a lo largo de casi dos horas de proyección. Lo cual demuestra, de paso, el error de cálculo de un director sueco que decide un día hacer una película que sea un pasatiempo intrascendente. Es previsible que el film haya resultado a ojos escandinavos tan exótico y norteamericano como para el espectador local, que lo recibe en copia doblada al inglés para que ni siquiera el idioma lo diferencie de otros mecanismos de suspenso. No se sabe si los hechos de esta ficción se parecen a hechos reales, entre otros motivos porque el film aparenta reconstruir una historia ocurrida, pero no hay mayores constancias de esa procedencia. Todo está bañado por la mistificación, vicio escasamente creativo y hasta ahora poco sueco.

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