2022, además del 70 aniversario de la creación de Cinemateca Uruguaya, es también el año del centenario del estreno de la película de cine mudo Nosferatu, una sinfonía de terror de Murnau.
Por ambos motivos, el 8 de julio celebramos una función especial de este clásico ineludible del cine de terror en la Sala Verdi con Andrés Bedó al piano. A sala llena, el pianista, que a lo largo de su trayectoria tocó junto a músicos uruguayos como Eduardo Mateo, Leo Maslíah, Jaime Roos y Dino y extranjeros como Kepa Junquera, Ismael Serrano y Pedro Guerra, le puso la banda de sonido al evento.
Este film expresionista alemán, es una adaptación semioculta, de la novela Drácula de Bram Stoker publicada en 1897.
Nosferatu maneja una serie de temas del romanticismo alemán en su vertiente fatalista y tenebrosa: el amor de una pareja amenazado por las fuerzas del Mal, el sacrificio de la mujer como víctima expiatoria. El desenlace de Nosferatu es optimista, sin embargo. Según el crítico alemán Siegfried Kracauer, ello respondió sobre todo a la convicción del guionista Henrik Galeen: cuando se ama y no se tiene miedo, el Mal es derrotado.
Como casi todo el cine de las primeras décadas del siglo XX, Nosferatu ha envejecido ligeramente, aunque sigue conservando una buena dosis de fascinación. Además, la película desarrolla una inteligente creación de un clima de terror mediante elementos tomados de la naturaleza. Y es que no hay nada de seductor en la figura desgarbada, en extremo ojerosa y pálida, calva y jorobada, de orejas puntiagudas, uñas largas y dientes afilados del Conde Orlok. Fue el primer vampiro en aparecer representado en una pantalla de cine y, 100 años más tarde, sigue siendo el más aterrador. Porque es posible que Orlok no haya logrado vivir eternamente, pero Nosferatu es inmortal.