James Dean tendría hoy 93 años (había nacido en febrero de 1931), y murió en un accidente automovilístico el 30 de septiembre de 1955. Esa muerte reforzó un mito que se acentuó tras el estreno, luego de su muerte, de dos de las tres películas que protagonizó.
Antes de ese estrellato fulgurante y ese final trágico había hecho teatro, pasó por el Actor's Studio, hizo papeles pequeños en televisión y cine. Tenía un carácter vulnerable e inseguro que el cine supo explotar. Para la eterna polémica quedará el misterio de su talento: ¿habría madurado como Paul Newman o se habría convertido en un catálogo de tics como Marlon Brando? Ese suele ser el destino de muchos actores salidos del Actor’s Studio. Rindió a buen nivel en Al este del paraíso de Elia Kazan, y sobre todo en Rebelde sin causa, que algún crítico francés definiera como "un documental sobre Dean", que funcionaba pese a las tonterías de su libreto y que confirmaría que era una personalidad que rendía en pantalla cuando encarnaba a un personaje sospechosamente parecido a si mismo. En cambio, el experto George Stevens no supo qué hacer con él en Gigante donde exhibió dificultades para dibujar el arco dramático de un personaje que debía envejecer varias décadas a lo largo del relato.
Por supuesto, la figura de Dean pertenece no solamente a la historia del cine sino también a su mitología, y de ahí que sea difícil prescindir fácilmente de él. Con su encarnación de tipos insatisfechos con su entorno y su muerte prematura se convirtió inevitablemente en el símbolo de una juventud rebelde e hizo que el título de su película más famosa fuera incomprendido: la generación de sus mayores pretendió desligarse rápidamente de él y otros jóvenes creyendo que se estaba diciendo que era un “rebelde sin motivo”. Hay que pensar más bien en el otro sentido de la palabra “causa”: la de un conjunto de valores por los que vale la pena luchar. Los Dean de este mundo buscaban una causa que los justificara y no la encontraron. Algunos años después hubo algunas causas por las que se peleó, y las cosas se pusieron peores. Las tres películas de Dean que este ciclo reúne son a la vez tres ejemplos de buen cine y un testimonio sociológico que sigue vigente.
DIR: George Stevens / 201 min.
Estados Unidos 1956.
DIR: Elia Kazan / 115 min.
Estados Unidos 1954.
DIR: Nicholas Ray / 111 min.
Estados Unidos 1955.
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