El pasado 29 de julio se cumplieron cien años de su nacimiento y nueve de su muerte, lo cual no deja de ser una curiosa coincidencia de fechas.
Su nombre no era Chris Marker, sino Christian François Bouche-Villeneuve. Es probable que haya nacido en Francia, aunque siempre aseguró haber nacido en Mongolia y desde su juventud fue una persona con claras intenciones políticas. Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia Francesa, y también luchó en Alemania con el tercer ejército del General Patton. En 1946 utilizó por primera vez el pseudónimo que lo haría famoso para escribir en Esprit, fundada por el filósofo católico Emmanuel Mounier, donde contribuyó con ficciones, ensayo y crítica cinematográfica. Ya entonces demostró que sabía ver cine. Yendo más allá de lo obvio en sus análisis de película tan diversas como Nido de ratas (Elia Kazan) o Steamboat Willie de Walt Disney.
Ese primer acercamiento al cine ajeno lo llevó, probablemente de manera inevitable, a hacer el propio. Su primera película, Olympia ‘52, fue un documental sobre las olimpiadas de verano en Helsinki. Al siguiente año, 1953, Marker realizó junto a Alain Resnais un cortometraje seminal: Las estatuas también mueren, un estudio documental de media ahora sobre el poscolonialismo y sus repercusiones, enfocándose en la colección y archivo de arte africano, así como la forma en la que éste se vuelve una comodidad europea a través de modelos de opresión y explotación. La frase de apertura sigue siendo relevante: “Cuando los hombres mueren, entran a la historia. Cuando las estatuas mueren, entran al arte. Esta botánica de la muerte es lo que llamamos cultura”.
Pronto se destacó por la imaginación, la creatividad y la inquietud expresada en sus cortometrajes. Junkopia fue una reflexión sobre la basura y su belleza en espacios naturales; Sunday in Pekin fue una nostálgica mirada a su infancia y lo mucho que deseaba visitar China. En Toda la memoria del mundo, codirigida con Resnais, un encargo sobre la Biblioteca Nacional de París pasó a ser un estudio de cómo las personas archivan información y conocimiento. Su cortometraje más famoso no es, empero, documental, sino una historia de ciencia ficción, La Jetée, un inolvidable y melancólico viaje en el tiempo, plagado de recuerdos inexplicables, realizado en 1962 y compuesto -salvo por una notable excepción- de puras fotografías. Trivia: La Jetée sirvió de inspiración a la película 12 Monos de Terry Gilliam.
Con ficción o sin ella, hay algunos ejes fundamentales en la obra Marker: la memoria, el tiempo y las imágenes. La memoria es una herramienta que posibilita la vida y construye imágenes a través del tiempo. En La Jetée la historia se cuenta a través de imágenes congeladas en el tiempo y muchas de ellas son desprendidas de la memoria del protagonista.
Pese al valor de sus cortos, es en los largos de Marker donde es posible encontrar su verdadera fortaleza. Llamarlos documentales resulta algo reduccionista; poesía, narrativa y ensayo confluyen dentro de ese cine en un solo recurso audiovisual. Sans soleil (1983), otro de sus títulos fundamentales, es a la vez un ensayo, un cuaderno de viajes, una película casera y una reflexión documental, filmado en Japón, Guinea, Estados Unidos, Cabo Verde y otros lugares en el mundo, donde una voz femenina lee las cartas de un fotógrafo que recuerda (o al menos intenta recordar) sus viajes. Por supuesto, las cartas no existen, tampoco el fotógrafo y la voz pertenece a Florence Delay, amiga de Marker. Las ideas sobre la memoria se oponen directamente a las imágenes presentadas, como si fuesen correspondientes inmediatos pero incompletos. La propia voz del largometraje lo explica así: “Me he pasado la vida preguntándome sobre la función del recuerdo, que no es lo contrario del olvido, sino más bien su reverso. No recordamos, reescribimos la memoria como se reescribe la historia”. Alguien ha dicho que Sans soleil, constituye un mapa de la memoria, imprecisa como es, nunca fiel a la realidad y construida a partir de imágenes falibles.
Su cine dividió a izquierdas y derechas. La derecha buscó en él las rupturas enfocadas en la forma, la izquierda se concentraba en sus exploraciones ideológicas. Ambos tenían razón, claro, pero optar por uno solo de los lados de Marker es empobrecer su cine.
Después de Sans soleil, el director se enfocó cada vez más en innovaciones tecnológicas y experimentó con herramientas novedosas para la época como el CD-ROM, los menús del DVD y el lenguaje codificado de las computadoras. También hizo trabajos enfocados al internet, como Level Five y cuadernos de viajes como Tokyo Days. Continuó hasta el final con sus pasiones: viajar, el arte, el cine como herramienta y los gatos.

DIR: Chris Marker / 61 min.
Francia 1958.
DIR: Chris Marker / 216 min.
Francia 1998.
DIR: Chris Marker / 105 min.
Francia 1996.
DIR: Chris Marker / 55 min.
Francia 1967.
DIR: Chris Marker / 100 min.
Francia 1983.
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