Esta es la segunda película de Leticia Jorge (codirectora de Tanta agua junto a Ana Guevara), y su título deriva del nombre de una casa de veraneo que es disputada por tres hermanos tras la muerte del patriarca. Las iniciales de todos forman el nombre que cuelga al frente de la casa de playa; AL de Alba y Alfredo, E de Ernesto, LI de Lilián. De todos menos de Silvana, que nació tarde. La venta de la casa y el duelo por la muerte del padre enfrentan a esa familia que parece dispuesta a prender fuego todo.
Un retraso azaroso en la firma de la venta lanzará a esta familia a un fin de semana de furia, pulseada de voluntades, nostalgias irresueltas, sillas de playa, flores de Bach e incidentes con la ley; donde todos chocarán contra todos, figurada y literalmente. A la misa en honor al padre muerto sigue un almuerzo familiar, que más parece un campo minado. Alba da muestras de no poder vivir más sola. Lilián insiste en que es tiempo de meterla en una casa de salud. Durante el postre Ernesto explota. Su madre mandó a hacer una torta con la cara del difunto. La pala de servir atraviesa una y otra vez el chantilly y a Ernesto le llega un plato con uno de los ojos. De un portazo abandona la reunión dejando aturdidos a todos. En su exilio momentáneo recibe una llamada: sonó la alarma en Alelí.
En la casa el padre parece estar en todas las cosas. Junto a Silvana, Ernesto limpia, corta el pasto y pelea con la vecina como defendiendo su memoria. Mientras tanto, una serie de visitantes inesperados revolotean sobre Alelí como aves carroñeras. La idea de vender la casa le resulta cada vez más miserable a Ernesto, pero queda claro que en la familia Mazzotti nadie está dispuesto a ceder. Una comedia de enredos (o más bien una “dramedia”) con algo de costumbrista, Alelí es una coproducción uruguaya (Mutante Cine) y argentina (Reicine) y ha recibido para su realización el apoyo de los fondos de Ibermedia Coproducción, Montevideo Filma y el Fondo de Fomento Cinematográfico y Audiovisual de ICAU.