Una gran historia de amor, contada a través de recuerdos más o menos distorsionados por los estados de ánimo, por el tiempo, por las diferencias del punto de vista de los jóvenes protagonistas. El viaje de dos personas a lo largo de los años: juntos y divididos, felices, infelices, enamorados entre sí y de otros, vistos en un solo flujo de colores y emociones.
La segunda película de Valerio Mieli coquetea con el mundo onírico y con el delgado límite entre lugares reconocibles (cada rincón de la casa de él abordada en tres instancias temporales bien diferenciadas, el campamento o el taller de esculturas) y los no lugares ligados puramente con la naturaleza, como el bosque, la playa o la isla. El pasaje de un recuerdo a otro genera un estado de hipnosis, incluso en aquellos que devienen traumas o dolores profundos que derivan entre la belleza, las contradicciones y los titubeos. Esa fluidez contribuye a la idea de un modelo viable sobre las múltiples etapas en la historia de amor de una pareja.
El director no da a sus personajes un nombre, edad o familias con particularidades determinadas. Los sitios tampoco definen un país específico y si bien sucede en época actual, contiene elementos tan sutiles que le imprimen cierta libertad. Todo se construye mediante recortes modificados de lo que se cree que ocurrió y en momentos emocionales diversos, buscando evidenciar cómo cada revisión singular y en conjunto, altera, intercambia, adorna, selecciona o deforma la memoria. Un viaje permanente por los laberintos de la realidad y la mentira, el pasado y el presente. Las trampas del recuerdo, como sugiere el título.
En el diario argentino Clarín, Nazareno Brega ha señalado que “el director tiene más preguntas que respuestas sobre estas cuestiones que atraviesan toda la película y la hacen emocionante hasta ese final memorable." Su colega y compatriota Alejandro Lingenti, de La Nación, sostiene por su parte que la película "se apoya en un formidable trabajo de fotografía, una edición muy imaginativa, la complicidad de un elenco reducido y muy sobrio, y una banda sonora exquisita que agrega matices sin subrayar." Leonardo D’Esposito, en Noticias, añade que "lo interesante no es lo que se narra, sino cómo: (...) Mieli lo hace con una gran cantidad de recursos visuales que jamás aparecen de manera gratuita"