Los protagonistas (Juan Minujín, Néstor Guzzini) son aquí dos grandes amigos que pasan el tiempo deambulando por Pueblo Grande, fumando marihuana y perdiendo el tiempo (o viceversa). Uno atraviesa una crisis matrimonial (la mujer lo acusa razonablemente de carecer de ambiciones) y el otro se dedica más bien inútilmente a cuidar un hotel abandonado en el que cultiva su cannabis.
Un día ocurre el (bueno, llamémoslo así) milagro: uno de ellos da con un inesperado botín millonario, justo cuando el pueblito recibe a un nuevo comisario interesado en los quehaceres dudosos de nuestros dos potenciales maleantes. A partir de ahí el asunto deriva hacia una mezcla de comedia e intriga policial que ha hecho pensar a algún observador en el cine de los hermanos Coen, explícitamente citados en algún momento de la película.

El espectador uruguayo conoce ya **La culpa del cordero **, ópera prima del director y libretista compatriota Gabriel Drak. En éste, su segundo opus, Drak muestra un razonable conocimiento de dos géneros que combina con habilidad (la comedia y el thriller) mientras sigue las varias vueltas de tuerca que su libreto impone a esos perdedores que buscan, erróneamente, el camino más corto hacia la redención. La crítica argentina, sin decir que se trate de una obra maestra, ha tratado a la película con respeto. En el diario **La Nación **, Alejandro Lingenti señala que Drak "intenta trabajar con el humor mordaz, los toques de cinismo y el suspenso atrapante que suelen tener las mejores películas de los Coen”. Su coleta Ezequiel Boetti, de **Otros cines **, habla de "un policial con toques de comedia que resulta por momentos bastante liviana y entretenida”.