La casa Disney insiste en su empeño reciente de reeditar con actores y efectos digitales sus clásicos animados de antaño. Ya lo hizo con Alicia en el País de las Maravillas, La bella y la bestia, Aladino y El rey león, y ahora lo hace con esta Dumbo que revive al entrañable elefante orejudo y volador de su clásico de 1941. Los rezongones pueden preguntarse naturalmente quién necesitaba de esas nuevas películas cuando ya existían las antiguas, y en un par de casos la comparación no ha favorecido a las remakes. La Alicia de Tim Burton no mejoraba a la Alicia de 1953, y La bella y la bestia, aunque no desdeñable, era un calco con efectos de una animación superior.

Dumbo es un poco más, y el motivo radica acaso en que esta vez Tim Burton no se dejó atrapar. La película es más Burton que Disney, y en este caso particular eso es una ventaja (aunque no hay que subestimar al Disney clásico, como lo han hecho durante tres cuartos de siglo los críticos distraídos: algunos de los primeros largos de animación, desdeBlancanieves y los siete enanos hasta aproximadamente La bella durmiente o La dama y el vagabundo, son verdaderas obras maestras).

A diferencia de la versión animada, la película de Burton busca apegarse a un universo más “realista”, dejando fuera la figura de los animalitos parlanchines y sustituyéndolos por personajes humanos. La acción se ubica hacia 1919 en un circo decadente donde viven los pequeños Milly (Nico Parker) y Joe (Finley Hobbins). Su madre ha muerto y su padre Holt (Colin Farrell) regresa de la guerra imposibilitado para hacer su acto, por lo que la gran esperanza de regresar el interés al circo para su dueño, Max Medici (Danny DeVito) es el pequeño elefante que ya sabemos.

El circo de Max Medici es un espacio insoslayablemente burtoniano: un lugar poblado de inadaptados, de marginados y de freaks, desde la sirena gorda hasta el mago latino. No falta quien haya visto en la película, incluso, una sutil crítica al universo disneyano en su alusión a loa artistas del circo esclavizados por su patrón y la parodia de Disneyland en el Dreamland del señor Vandevere. Sentidos ocultos al margen, la película funciona como un entretenimiento para todo público y de buen nivel, que puede ser disfrutado por grandes y chicos. Hasta los seguidores más fanáticos de Burton van a agradecer que el director utilice una vez más a algunos de sus actores favoritos (Michael Keaton, Danny DeVito, Eva Green) y haya resuelto prescindir del cada vez más insufrible Johnny Depp.