foto La flor (parte 1)

La flor (parte 1)

Argentina, 2018

Dirección: Mariano Llinás

Guion: Mariano Llinás.
Producción: Laura Citarella (El Pampero Cine), Piel de Lava.
Fotografía: Agustín Mendilaharzu.
Edición: Agustín Gagliardi, Felicitas Soldi.
Intérpretes: Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes.

Duración: 210 minutos

Era probablemente inevitable que la película más larga de la historia del cine argentino haya sido realizada por Mariano Llinás, ese cineasta original, creativo, a veces irritante y ciertamente personalísimo que antes hiciera Historias extraordinarias.

La Flor es una antología que contiene seis historias sin aparente conexión entre sí. La primera es la típica maldición de una momia que se posesiona de una científica y los intentos desesperados de sus compañeras para anular dicha maldición. La segunda es la de un dueto musical, claramente basado en Pimpinela, y lo que ocurre cuando el vocalista masculino se va con otra cantante para enojo de su socia. Aunque se trata de dos líneas independientes, hay un momento en que ambos relatos se tocan. La tercera historia es la de un grupo de espías que deben secuestrar a un hombre, sin saber que su empleador ha enviado a otro grupo de asesinas para sacarlos del medio. Es la historia más larga de todas (seis horas), y aquella en la que la película comienza a priorizar el retrato de los personajes por sobre la trama, a la que solo se le concede la atención requerida. La cuarta, trata del rodaje de una película cuyo director prefiere filmar los árboles que a sus actrices, ignorando que le guardan un secreto, y un investigador que asoma en la trama cuando el cineasta desaparece.

A partir de ahí la película abandona cualquier intención de clasicismo e irrumpe en lo experimental. La quinta es una recreación sui generis de Une Partie de Campagne, aquella pequeña obra maestra impresionista de Jean Renoir inspirada en Maupassant. La última cuenta la historia de unas cautivas del siglo XIX que huyen de sus captores.

Lo clásico, lo experimental, fragmentos totalmente mudos, actrices que reaparecen una y otra vez en papeles diferentes. Es inevitable que una película que dura catorce horas (y que se ha exhibido habitualmente en tres partes) tenga desniveles, pero el proyecto posee tales dimensiones, y encierra fragmentos de tal imaginación y creatividad, que no puede engendrar menos que respeto, con frecuencia la admiración y deslumbramientos. Ello la convierte en una auténtica experiencia cinematográfica, más allá de la opinión que se tenga sobre el resultado final.
Opínese lo que se quiera de la película, resulta difícil empero ignorar la extraordinaria labor de sus cuatro protagonistas (Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Valeria Correa), a quienes se les exige una enorme variedad de registros: quien es una chica inocente en un episodio, es una mujer fatal en otro. “Esta película es sobre ellas y de algún modo es para ellas”, dice en el prólogo el director Llinás, alguien de quien en la historia del cine argentino más creativo resulta difícil desembarazarse.

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