Rumania, 2024
Dirección: Bogdan Mureșanu
Guion: Bogdan Mureșanu. Fotografía: Boroka Biro, Tudor Platon. Producción: Kinotopia, All Inclusive Films. Elenco: Adrian Văncică, Nicoleta Hâncu, Emilia Dobrin, Iulian Postelnicu, Manuela Hărăbor, Victoria Raileanu, Răzvan Vasilescu, Mihai Călin), Gabriel Spahiu, Ioana Flora, Elvira Deatcu, Nicodim Ungureanu, Vlad Ionuț Popescu, Mircea Andreescu, Ion Sapdaru.
Duración: 138 minutos
Esta película rumana ambientada en los últimos días del régimen de Ceaușescu entrelaza varias historias para mostrar diferentes perspectivas sobre el régimen, incluyendo la resistencia, el miedo y el odio, todo ello ambientado en un contexto de opresión y tensión social. La acción transcurre justo cuando la dictadura se desploma y Rumanía entra en una fase de incertidumbre. La premisa es simple, claustrofóbica y también bastante representativa de cierta ficción histórica: personajes cuyas peripecias entrelazadas testimonian la caída del régimen a partir de los gestos cotidianos.
Una parte del presente cine rumano deriva del trabajo de la Comisión Presidencial para el Estudio de la Dictadura Comunista en Rumanía, convocada en 2006 bajo el gobierno de Travian Basescu, para ahondar en la dictadura comunista de Ceaușescu. Lo que el director y libretista Mureșanu compone es un relato coral donde el protagonismo colectivo y anónimo, intenta dar cuenta del absurdo de la Historia escribiéndose en tiempo real. El film entrecruza las narrativas de Gelu, un operario de fábrica con conciencia; Margareta, una mujer impasible ante el próximo derrumbe de su casa; Ionut, el hijo policía de Margareta que intenta investigar las acciones revolucionarias de Laurentiu en su afán de cruzar el Danubio; Stefan, el padre de Laurentiu que apenas consigue salvar el especial televisivo de Año Nuevo con Florina, una actriz que se encuentra ante la oportunidad de su vida para dar cara a la “nueva patria”.
La confusión individual de cada personaje se traduce en una suerte de crónica histórica ficticia donde se entremezclan registros. La cámara, casi siempre inmóvil o con leves movimientos de reajuste, recuerda a las grabaciones domésticas de la época. No hay grandes planos panorámicos de una revolución en marcha; en su lugar, hay un apartamento lleno de tensión donde los personajes apenas pueden procesar la situación. La película despoja a la historia de su grandilocuencia y se centra en los discursos menores, los miedos cotidianos, las interacciones que escapan a la narración oficial. Frente a las crónicas heroicas de la revolución rumana, la película presenta la transición como un espacio de ansiedad y confusión, con un estilo que se aleja deliberadamente de las grandes explicaciones históricas para centrarse inteligentemente en las pequeñas resistencias cotidianas.