Francia, República Democrática de Alemania, 1957
Dirección: Raymond Rouleau
Guion: Marcel Aymé, Jean-Paul Sartre, sobre pieza de Arthur Miller. **Fotografïa: Claude Renoir. Música: Georges Auric, Hans Eisler. Lenco: Simone Signoret, Yves Montand, Mylene Demongeot, Alfred Adam Jean Debucourt. 145 min.
Duración: 145 minutos
Los juicios de brujas de Salem, que tuvieron lugar en la colonia de Salem, Massachusetts, entre febrero de 1692 y mayo de 1693, fueron un evento histórico real. Durante este periodo, más de 200 personas fueron acusadas de brujería, de las cuales 30 fueron condenadas y 19 ejecutadas. La mayoría de las acusadas eran mujeres, y muchas de las acusaciones se basaban en rumores y testimonios poco sólidos.
En 1953, el dramaturgo norteamericano Arthur Miller recreó esos juicios por brujería como una metáfora del mccarthysmo. Años más tarde, Miller lo recordaría así: “El poder de McCarthy para despertar el temor a un comunismo insidioso no se basaba enteramente en ilusiones, por supuesto; la paranoia, real o fingida, siempre esconde su perla en torno a una pizca de realidad. De ser nuestro aliado en tiempos de guerra, la Unión Soviética se convirtió rápidamente en un imperio en expansión. En 1949, Mao Zedong tomó el poder en China. Europa Occidental también parecía lista para volverse roja, especialmente Italia, donde el Partido Comunista era el más grande fuera de Rusia y estaba creciendo. El capitalismo, en opinión de muchos, incluyéndome a mí, no tenía nada más que decir, pues su última y envenenada flor había sido el fascismo italiano y alemán. McCarthy —impetuoso y maleducado, pero para muchos auténtico y veraz— lo resumió todo en lo que cualquiera podía entender: habíamos perdido China y pronto perderíamos también Europa, porque el Departamento de Estado estaba lleno de intelectuales prosoviéticos traidores. Así de simple”.
La pieza de Miller se estrenó en Broadway en 1953, fue un éxito de crítica y público, y fue galardonada con un premio Tony. Ello no impidió que Miller siguiera teniendo encontronazos con el gobierno norteamericano por negarse a delatar a ex camaradas, aunque finalmente la justicia archivó el caso en 1957. De todos modos no debe de extrañar que Hollywood haya ignorado la existencia de la obra teatral hasta los años 90, cuando la filmó con Daniel Day Lewis en el papel protagónico y libreto del propio Miller, que suavizó algo su comentario político y enfatizó más los pecados sexuales del personaje John Proctor.
La izquierda europea se interesó antes. El equipo capitaneado por el director Raymond Rouleau, que incluía a dos intérpretes de la talla de Yves Montand y Simone Signoret (ambos vinculados entonces al Partido Comunista, aunque marcarían distancias más tarde), y que reclutó nada menos que a Jean-Paul Sartre para escribir el libreto, proporcionó la sólida adaptación que aquí se presenta.
De acuerdo, básicamente es teatro filmado, pero reconozcamos que es muy buen teatro y que está muy bien filmado: la cámara se desplaza de pronto para captar un detalle o un gesto, y el rendimiento del elenco no baja de un nivel de excelencia. Está bien Montand y muy bien Signoret, pero para muchos puede resultar una sorpresa la capacidad dramática que exhibe una muy joven Mylene Demongeot, a quien demasiadas veces no se le pidió que fuera otra cosa más que una rubia sexy. Y queda, además, su alegato contra el fanatismo y la intolerancia, hoy tan vigente como ayer.
A pocos días del estreno de la Comedia Nacional de Las brujas de Salem, de Arthur Miller, exhibimos la película homónima de Raymond Rouleau, acompañada de una charla con Andrés Lima, responsable de esta puesta en escena y José Miguel Onaindia, director de la Comedia Nacional quienes explorarán las conexiones entre la película y la propuesta teatral.
Las brujas de Salem es uno de los textos más ...