Estados Unidos, Alemania, 2025
Dirección: Wes Anderson
Guión: Wes Anderson, sobre historia de Wes Anderson y Roman Coppola. Fotografïa: Bruno Delbonnel. Música: Alexandre Desplat. Producción: Indian Paintbrush, American Empirical Pictures, Studio Babelsberg. Elenco: Benicio del Toro. Mia Threapleton. Michael Cera, Tom Hanks, Scarlett Johansson. Benedict Cumberbatch, Jeffrey Wright.
Duración: 101 minutos
Hubo una época en que empresarios adinerados como este Zsa-zsa Korda de Wes Anderson se saltaban las reglas, amasaban fortunas y urdían discretamente los planes de sucesión de las dinastías que habían forjado. Hoy en día, esa gente gobierna países, aunque no se debe buscar un mensaje político demasiado fuerte en la esta película de Anderson. Aquí se propone una mirada irónica a uno de estos titanes. Esta saga densa pero innegablemente entretenida funciona también como una conmovedora historia paternal, y en última instancia parece mucho más interesada en explorar el espíritu de barón ladrón del capitalismo del siglo XX que sus consecuencias.
Inspirada en figuras como J. Paul Getty, JP Morgan y el difunto suegro de Anderson, el magnate libanés de la construcción Fouad Mikhael Malouf, la película ofrece a Benicio del Toro una particular oportunidad de lucimiento, mientras Mia Threapleton marca la incorporación más significativa a la compañía del director, interpretando a Leisl, la hija de Zsa-zsa (y monja novicia). Del Toro rinde realmente bien como Korda, un comerciante culto con un toque de rufián. Con trajes cruzados a medida, el pelo canoso engominado hacia atrás y una caja de madera llena de granadas de mano, Korda no pertenece a ningún país en particular, pero tiene negocios en muchos. Es una figura controvertida, que algunos de sus innumerables rivales quieren ver muerto.
La película comienza con una dosis de suspenso a lo Lalo Schifrin a cargo del compositor Alexandre Desplat en un vuelo a baja altitud, mientras Korda lee con calma el tipo de libro de no ficción altamente especializado que dejaría dormido a casi todo el mundo, cuando una explosión destroza el fuselaje de su avión privado. Es un comienzo relativamente espectacular para los estándares de Anderson, incluso si el accidente se representa en uno de esos travellings donde la cámara sigue los restos humeantes del avión con la suficiente lentitud como para que el público se ría al ver las pertenencias de Korda esparcidas por un maizal.
Mientras Korda intenta cubrir un déficit de financiación que podría hundir sus planes, la mayor parte de la película transcurre recorriendo un país ficticio (la Gran Fenicia Independiente Moderna) vagamente inspirado en la Península Arábiga, con Leisl y su tutor sueco Bjorn (Michael Cera) a cuestas. Corren los años 50, aproximadamente a medio camino entre las fechas de estreno de El ciudadano y Lawrence de Arabia, y el espíritu de esos dos iconos del cine resuena en la película. Como tantos de los patriarcas estirados del cineasta, desde Royal Tenenbaum hasta Steve Zissou, Korda es una figura que suscita tanto admiración como burla: una postura irónica que permite a Anderson colar una dosis de sinceridad junto con la caricatura. De alguna manera, esos polos simbolizan los del propio cine de Anderson, director polarizador como pocos. Esta película lo muestra muy entero.