Está disfrazada de policial pero en realidad es una personalísima combinación de western hawksiano y film de terror post-Romero. Un reducido grupo de policías y presos resiste en una comisaría el ataque de una banda de delincuentes que poco a poco se despersonaliza y se transforma en una horda anónima y salvaje que significa, sintéticamente, nada menos que la muerte. Aunque se trata de su segundo largometraje -y el primero en el formato de pantalla ancha-, el estilo narrativo de Carpenter se presenta ya maduro, con su característica maestría para presentar los espacios y construir suspenso.