Gundermann es conductor de excavadoras y estrella de rock, hombre de familia cariñoso y comediante, espía de la Stasi y revolucionario, todo al mismo tiempo. Con ternura y humor, el director Andreas Dresen narra la vida de Gerhard Gundermann, "Gundi", uno de los artistas más influyentes del período de reunificación. En él se sintetiza de una manera muy gráfica lo que fue y dio de sí la República Democrática Alemana como intento de construir una sociedad más justa y solidaria, donde el libre desarrollo del ser individual era una condición indispensable para la evolución social. Precisamente cuando se cumplen 30 años de la caída del muro de Berlín, la figura del admirado poeta y cantautor adquiere una mayor actualidad, porque sus canciones son fiel reflejo del proceso de transición de una sociedad socialista al capitalismo. De ahí el perceptible tono melancólico, la elegía por un país ya desaparecido y el recuerdo nostálgico al artista de culto casi coetáneo a la propia RDA —Gerhard Gundermann nació en Weimar en 1955 y murió en Spreetal en 1998—, interpretado aquí por un irreconocible Alexander Scheer. Una película comprometida, tierna y audaz, sobre un hombre que encarnó todas las contradicciones de una época.