Carme vive en una aldea de las montañas del interior de Galicia junto a su padre, Ramón, con el que apenas se comunica. Trabaja en una panadería y necesita escapar de ese ambiente opresivo, pero las circunstancias siempre le impidieron dar el paso. Trote transcurre durante el fin de semana en que se celebra la tradicional Rapa das bestas, una fiesta que se celebra en varias poblaciones gallegas, consistente en cortar las crines y curar las heridas de los caballos salvajes. La aldea comienza a prepararse para la festividad. Luis, su hermano mayor, vuelve a la casa familiar por unos días con su pareja.
La ópera prima que el gallego Xacio Baño estrenó en el Festival de Locarno es un film de abrumadora belleza, cinematográficamente acentuada por su delicada y sencilla puesta en escena, que no descuida el amor por el detalle y la búsqueda de lo hermoso, algo que, en Galicia, donde está rodada, la naturaleza regala dadivosamente. Pero también es cine áspero y doloroso, brutalmente honesto, gracias principalmente a una inconmensurable María Vázquez, capaz de transmitirlo todo solamente con su mirada. Como una extensión del propio festejo, Trote es la lucha entre el hombre y el caballo, entre la razón y el instinto.