La historia es verídica. A principios del siglo XX, la comunidad nativa osage se convirtió en la más rica del mundo per cápita gracias al hallazgo de petróleo bajo las tierras que les fueron concedidas. Una bendición que luego se convertiría en pesadilla, pues sus miembros comenzarían a morir uno tras otro en circunstancias misteriosas. Los responsables de los crímenes fueron un grupo de ciudadanos blancos codiciosos de los yacimientos y el dinero de los Osage. Con la resolución del caso, el naciente FBI de J. Edgar Hoover se anotó uno de sus primeros grandes éxitos y ganó los titulares de la prensa.
El caso ya había llegado al cine como uno de los episodios de El FBI en acción (The FBI story, 1059), dirigida por Mervyn Le Roy, con James Stewart y con estrecha supervisión de Hoover. Jimmy era allí un personaje ficticio que resumía la acción real de varios oficiales del Bureau. Esta película de Martin Scorsese no incurre en esa ficción, aunque acaso estilice algunos datos e incurra en otras. No importa: no es un documental, es el arte del cine.
Scorsese ha admitido que debió reescribir el guión por sentirlo muy centrado en la versión de los victimarios, y para darle mayor preponderancia al punto de vista de los indígenas y tratando de evitar la mirada condescendiente hacia estos últimos. Más allá de su vulnerabilidad, los indígenas son retratados como personajes complejos, de múltiples capas emocionales y considerable hondura psicológica. No son víctimas por defecto, sino protagonistas de una trama con la ambición y la maldad como fuerzas impulsoras.
Tampoco los villanos son de una sola pieza. Para encarnarlos, Scorsese eligió dos de sus actores fetiche, Robert DeNiro y Leo DiCaprio, este último en el papel del sobrino del otro (un banquero). El personaje está casado con una india que se convierte en víctima y las turbulencias agitan su conciencia.
Como otros films de Scorsese Los asesinos de la Luna constituye una aguda revisión del devenir estadounidense, con alusiones laterales a la masacre de Tulsa (también en Oklahoma), considerado el peor episodio de violencia racial en el país, y también se explora la génesis de en lo que eventualmente se convertiría el FBI, con un poco más de idealización que en el libro de David Grann en el que se basa: la sombra de Hoover y Jimmy Stewart parecen estar vigilando desde más allá de las tinieblas. Matices. Densa y dura, conmovedora y emocionante, narrada con una sabiduría que solo Scorsese y dos o tres más exhiben hoy en el cine norteamericano, se trata de una obra mayor de un cineasta mayor.