Esta película portuguesa cuenta la historia de Helena, una productora de cine que a los 40 años pierde a su madre. Después de años de cuidar de ella, Helena finalmente tiene tiempo para dedicarse a sí misma. Al principio, el luto no parece alcanzarla. Continúa viviendo su vida como siempre, en un período de “autodescubrimiento” que nunca parece ser realmente eficiente. De hecho, este período solo parece existir debido a una falsa sensación de liberación. Las escenas del personaje bebiendo y bailando ocurren con frecuencia a lo largo de la película, como si por primera vez en su vida no le debiera una explicación a nadie. Pero es obvio que esta fase algún día pasará.
A medida que Helena se libera de sus responsabilidades, comienza a enfrentar dificultades con su propia hija, quien no parece tomarla en serio. Sin embargo, parece evidente que en el momento en que Helena pierde a su madre, comienza a perder a su hija. Es como si los dos no hablaran el mismo idioma y todos sus consejos y muestras de cariño se pierden, pero en ningún momento hay un tono melodramático detrás.
La sensibilidad de Nobre no solo se demuestra en la relación entre madre e hija, sino también en la singularidad con que retrata el sentimiento del duelo. Decir que cada quien lidia con el duelo a su manera es un lugar común, pero tal vez eso es lo que hace que el enfoque de Nobre luzca tan auténtico. El duelo no le llega a Helena como un sentimiento abrumador de tristeza, culpa, arrepentimiento o dolor, sino como una sensación de pérdida. Este sentimiento tarda en aparecer de manera explícita, pero a lo largo de la película se advierte que este sentimiento ya ocupa un espacio en Helena. Es como si estuviera entumecida mientras trata de seguir con su vida, pero en el momento en que realmente se da cuenta de lo que sucedió, la realidad la golpea.
Hay un dato básico en ese cuadro: la muerte de la madre, por más difícil que sea superarla, no ha cambiado realmente nada la vida de Helena. Pensar que algo tiene que pasar para que cambiemos es un pensamiento ilusorio, sugiere la película, porque la mayoría de las veces los acontecimientos no cambian lo que somos. Adaptarse a una nueva realidad no es una forma de transición, es simplemente adaptarse y Helena parece aprender esto de la manera más difícil. Hay que afrontar que a veces no hay más que seguir adelante.