En un barrio de clase trabajadora en las afueras de un pequeño pueblo de provincia, un grupo de niños debe afrontar un extraño suceso que ha convertido a los adultos en entes dormidos. Los niños aguardan entre confundidos y resueltos el momento en que todo vuelva a la normalidad, pero, antes de caer en cualquier atisbo de desesperación, la pandilla protagonista ve en esa anormalidad inexplicable una posibilidad abierta para la aventura. Serán días que transcurran entre juegos y esperas, no exentos de algún peligro, que dejarán al descubierto lo singular y fascinante del mundo que habitan.
Iván Fund cambia de registro en esta película para observar el comportamiento humano en una apuesta que conlleva grandes riesgos que logra sortear —siempre se ha desaconsejado filmar con perros y niños— con gran pericia. Estructurada como un cuento infantil en capítulos, Vendrán lluvias suaves refiere a un hermoso poema de la norteamericana Sara Teasdale –escrito hace más de cien años–, que describe en pocas líneas un posible paisaje postapocalíptico. El film seduce por la impresionante espontaneidad de los niños y esta apuesta, bucólica y sencilla, que atrapa al espectador desde el primer fotograma.