La apariencia inicial (pero solamente ella) es la de un thriller erótico que en otro momento pudo estar protagonizado por Bruce Willis, pero el espectador debe tener en cuenta que el director coreano Park Chan-wook (Oldboy, Simpatía por el señor venganza y otros abundantes ejercicios de violencia) siempre tiene alguna carta oculta en la manga. Otra vez se cuenta aquí la historia del buen policía que se enamora de una de sus sospechosas y empieza a cometer los errores que ocurren en los thrillers cuando los oficiales dejan de pensar con la cabeza y privilegian otra zona de su anatomía.
El policía protagonista tiene lo que alguien llama “un matrimonio de fin de semana”, es decir, mucho trabajo y poco tiempo para dedicarle a su esposa. El hombre conoce entonces a una mujer cuyo esposo murió en un accidente de alpinismo, ¿o acaso fue un suicidio?. O tal vez… bueno, los aficionados a las novelas policiales pueden hacerse una idea.
Mientras se obsesiona por ella, nuestro policía se convence cada vez más de la inocencia de la mujer. Uno de sus colegas es más desconfiado. El directo Park incorpora inteligentemente anotaciones que enriquecen la historia, desde la niebla matutina hasta las gotas para los ojos que el protagonista tiene que usar para despejar su visión borrosa. El hombre no está viendo bien las cosas.
A partir de aquí esta nota debe volverse inevitablemente imprecisa. Hay otro misterio que surge de pronto y obliga a nuestro policía a repensar cada decisión que tomó hasta el momento. A partir de ahí Park juega con elementos, no solo del cine negro, sino también con otros derivados de los programas televisivos románticos que la sospechosa aprecia. Los personajes que en la primera mitad de la película parecían haberse establecido firmemente comienzan a tener conductas inesperadas.
Para entonces el thriller convencional de la primera mitad se complica, aunque no necesariamente hasta el nivel de las obras más provocativas de Park. Ello puede decepcionar ligeramente a los fanáticos más rigurosos del director, pero no impide que ellos y otros se encuentren con una película de sólida factura, intrigante desenlace y un final menos concesivo del habitual en las películas de género: al director siguen gustándole los extremos. Porque ese es, en definitiva, uno de los rasgos persistentes del cine de Park Chan-wook. Le fascinan los extremos, generalmente violentos, a los que llega la gente por razones emocionalmente irracionales. De ahí que al principio describa a su héroe como una criatura racional para luego poder desatarlo de sus rutinas y ver qué sucede. Premio a mejor dirección en Cannes 2022. Mejor film extranjero y mejor fotografía según los críticos de Chicago.