foto Little Joe, el negocio de la felicidad

Little Joe, el negocio de la felicidad

Austria, Reino Unido, Alemania, 2019

Dirección: Jessica Hausner

Guión: Géraldine Bajard, Jessica Hausner. Fotografía: Martin Gschlacht. Producción: Coop 99, The Bureau, Essential Filmproduktion. Elenco: Emily Beecham, Ben Whishaw, Kit Connor, Leanne Best, Kerry Fox, David Wilmot, Goran Kostic, Andreas Ortner, Andrew Rajan, Sebastian Hülk, Lindsay Duncan, Phénix Brossard, Yana Yanezic

Duración: 105 minutos

Alice (Emily Beecham) es una madre soltera que cría plantas en una empresa que busca desarrollar nuevas especies. Es la responsable del exitoso último diseño de su compañía: una bella planta de gran valor terapéutico que si se encuentra en las condiciones óptimas, garantiza a quien la consuma sentir algo parecido a la felicidad. Un día, Alice decide ir en contra de las normas de su empresa y lleva una planta a Joe (Kit Connor), su hijo. Ambos la bautizan como "Little Joe" ("Pequeño Joe"). A medida que crece, Alice comienza a entender que tal vez su nueva creación no es tan inofensiva como sugiere su nombre.
Una de las principales actitudes que Hausner ha cultivado como narradora ha sido la ambigüedad. Ya en Lourdes habló tanto de la mercantilización de la fe como de la posibilidad de que existan los milagros. No sólo deja espacio al espectador para que decida, también le sirve para abordar el tema de la subjetividad: en último término se deja abierta la posibilidad que la trama de la narración haya surgido como una mera fabricación de la mente de sus personajes y no como una construcción en términos absolutos.
De esta manera, Little Joe puede ser una historia acerca del modo en que la ciencia es pervertida por el mercado, la falta de escrúpulos y la ambición personal, lo que ocasiona un pequeño gran desastre (lo cual también queda en lo ambiguo: puede que en verdad que no sea tal). También puede verse como una reflexión sobre la desesperada necesidad de crear emoción en un mundo aséptico y apático o como, simplemente, el conflicto de una madre que prefiere el trabajo a su hijo y se niega a reconocer sus sentimientos. No va faltar quien quiera ver incluso una metáfora acerca de cómo el Covid-19 fue soltado al mundo: se da la coincidencia que una cepa de virus empleada para mejorar el olor muta y consigue infectar fácil y masivamente a los humanos, provocando así una situación que hace pensar en Muertos vivientes (Invasion of the Body Snatchers, 1956) de Donald Siegel, aunque esa interpretación conspiranoica debe omitir el dato de la película es de 2019, o sea anterior al Covid.
Hay todavía otra (u otras) lecturas posibles. En una de ellas, la búsqueda de la felicidad se convierte en una trampa que hace de las personas seres alienados que viven al margen del contacto real con los sentimientos humanos lo que le sirve a Hausner para reflexionar sobre el mundo actual y la manera que tiene la gente de relacionarse. En esta era tecnológica, las apariencias y los disfraces proporcionan una visión distorsionada de nuestra verdadera realidad emocional.
La película transita con sutileza por el territorio del cine fantástico con excelencias de fotografía (Martin Gschlacht) y un tratamiento sonoro y musical tan arriesgado como provocativo. La banda sonora no es una composición original para la película, se han escogido con esmero algunos temas compuestos por el fallecido músico japonés Teiji Ito. Un dato trivial que acaso no sea irrelevante: la canción de los títulos de crédito finales es de Markus Binder y se titula Happiness Business (El negocio de la felicidad). Tal vez se trate de una declaración de intenciones de la directora sobre la invasión comercial de los llamados productos saludables y una bofetada al espiritualismo barato de la New Age y sucursales. Premio a mejor actriz (Emily Beecham) en Cannes 2019.

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