Esta película documenta la vida de uno de los escultores más provocadores del siglo XX. Michael Gregory elabora la historia de un artista que rehuyó el éxito comercial por el
puro placer de la creación y arroja luz sobre un creador subestimado y con frecuencia ignorado.
El estilo del documental es muy clásico (narración, entrevistas, metraje encontrado, fotos), con la excepción del añadido de algunas animaciones a las ilustraciones de Fonseca.
También la elección de los hechos a narrar puede resultar familiar para cualquiera que haya visto suficientes documentales sobre artistas; vida temprana, explosión de creatividad, formación, fama. Pero el interés está en las diferencias.
Fonseca fue un escultor que no tenía interés en los temas típicos de los dioses griegos y las mujeres hermosas. No vivió el estilo de vida hedonista corriente del artista bohemio. No le interesaban las piedras perfectas para trabajar. Creó piezas arquitectónicas que reflejaban una cultura pasada que nunca existió, dioramas de ruinas de una historia alternativa.
Despreciaba la escena de las galerías y prefería dividir su tiempo entre su loft de Nueva York y su estudio en la Toscana. También rehuyó la fama, el éxito y no buscó grandes comisiones. Como lo dijo uno de sus hijos, parte de la ecuación de cómo decidiría el precio de una pieza es lo poco que podría ganar solo para seguir adelante. De hecho, su trabajo en la Toscana todavía está allí, creciendo lentamente el musgo donde nadie lo verá, excepto quizás los futuros arqueólogos.
El documental de Michael Gregory no es tanto una exploración del hombre como un santuario cinematográfico a un genio olvidado.


Al finalizar el film tendremos un QA con el director Michael Gregory.