Lei y Wong llegan clandestinamente a Ecuador. Ella se propone llegar a Nueva York, él anhela traer a su hijo de China. Pero el destino de ambos está en manos de Chang, un mafioso bipolar que se obsesiona con ella. Chang los trajo haciendo falsas promesas con la finalidad de que trabajen para él en sus negocios no tan legales. Son alojados en una casa del barrio La Bahía, el Chinatown de Guayaquil, cumplen a diario con sus tareas laborales, salen a pasear, comen en restaurantes. No están hacinados, ni son víctimas de maltrato. Pero carecen de documentos y sus pasaportes les fueron retenidos.
Los personajes van aprovechar la única oportunidad que tienen para ser libres porque su captor no es tan inteligente como él piensa, y ni ellos tan ingenuos como el otro supone. Así, lo que en un principio era un drama social da un giro y se convierte en película de fugas, un (¿vale la expresión?) thriller de autor.
Venegas logra con inteligencia un film sobre los sueños, la ilusión y la esperanza de una vida mejor, pero también sobre la incomunicación, la soledad y el desclasamiento. No lo hace desde el efectismo, ni el regodeo (la gente está harta de “miserabilismo”), sino desde la sutileza y el trazo fino. Y lo hace con un firme pulso narrativo que a medida que la historia avanza se anima a los giros, a los cambios de estilo, a los géneros, sin caer en el lugar común y la rutina.
En Micropsia Cine, el argentino Diego Lerer ha elogiado la película señalando que "Venegas ofrece una mirada que respeta el género del que es parte pero a la vez intenta proponer algo propio y específico." . Su compatriota y tocayo Diego Batlle ha afirmado por su parte en Otros Cines que se trata de "una película correcta, hecha con indudable oficio”. El film de Venegas obtuvo el premio a mejor película en la sección latinoamericana del BAFICI 2021.