Ricky y su familia han estado luchando contra las deudas desde la crisis financiera del año 2008. Afortunadamente para ellos se presenta una gran oportunidad para conseguir tomarse un respiro y optar, incluso, por algo de independencia gracias a una nueva furgoneta. La familia decide crear una franquicia de entregas a domicilio. Es un trabajo duro y que la mujer de Ricky sea asistente no es algo que facilita la situación. Sin embargo, la familia se muestra decidida a mantenerse unida, sin importar las dificultades que aparezcan en el camino.
A sus 83 años y con casi treinta películas en su filmografía, el director británico Ken Loach (Vida de familia, Kes, Tierra y libertad, Mi nombre es todo lo que tengo, tantas otras) se mantiene fiel a los viejos combates de su juventud de trotskista peleador. Su cine, lejos de perder fuerza, ha ido renovando su vigor alentado por la situación de emergencia social que sobrevuela sobre gran parte de la ciudadanía británica. Lleva toda su vida hablando de las injusticias sociales, de gente anónima que se siente acorralada por un sistema, que les ahoga día a día. Su único objetivo es salir adelante y sobrevivir sin molestar a nadie y a cambio lo único que reciben son continuos golpes, cada vez más fuertes.
La familia solo tiene un objetivo, poder comer todos los días y darle a sus hijos una vida mejor. Sueñan con poder tener su propia casa. Están rozando continuamente la pobreza y aunque trabajan a destajo, no ven ningún ápice de futuro. El guion del acompañante habitual de Loach, Paul Laverty, consigue proporcionarle al director lo que se propone; una serie de imágenes que desprenden veracidad y sentimiento, comprometiendo a su púbico en la sensación de dolor y zozobra compartida por sus personajes. Con un respeto a sus personajes y la calma que da tener las cosas claras, Ken Loach es capaz de transmitir la dureza de la sociedad actual. El planteamiento está claro y empatiza con cualquier espectador. Las circunstancias no son llevadas al límite para ejemplificar, si no que la razón impera en la mesura de sus personajes que siempre buscan la lógica social para entenderse y colocarse en su sitio. Pero esa lógica no trae la respuesta esperada. El director lo manifiesta con sólido oficio y reales bondades de elenco: las interpretaciones son delicadas, el lenguaje creíble, y la coralidad de su reparto añade más verismo a unas circunstancias universales.