Las nuevas generaciones han conocido el cine de Carlos Gardel fundamentalmente a través de copias mediocres, desgastadas por el tiempo, VHS levantados a DVD o ediciones piratas de misterioso origen que pueden comprarse en alguna feria. El presente ciclo consiste, en cambio, en versiones restauradas en las mejores condiciones posibles. A lo largo de los años, Guillermo Fernández Jurado, presidente y alma mater de la Cinemateca Argentina, fue adquiriendo y reuniendo esas películas, algunos negativos originales en 35mm y copias en 16mm, que estaban en manos de coleccionistas.

Las nuevas tecnologías digitales permitieron reparar imagen y sonido de esos films realizados al inicio del cine sonoro en Argentina, Francia y Estados Unidos. Gracias al programa de Promoción Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, Mecenazgo, y al aporte del Banco Santander-Río se restauraron: Así cantaba Carlos Gardel, Cuesta abajo, Tango Bar, Melodía de arrabal, El tango en Broadway, El día que me quieras; y los documentales El tango en el cine y Gardel el alma que canta. Esas nuevas versiones realizadas en 4K se exhiben por primera vez en Montevideo en este programa imperdible para gardelianos. La restauración de las copias realizada por la Fundación Cinemateca Argentina como parte de las celebraciones por su 70 aniversario, implicó un trabajo no solamente sobre la imagen sino también sobre el sonido. Esas películas se verán y escucharán por primera vez en décadas tal como fueron originalmente concebidas.
Dejando de lado un papel secundario en una película muda (Flor de durazno, 1917, dirigida por Francisco Defilippis Novoa y basada en una novela de Hugo Wast), algo más de una docena de canciones filmadas en la Argentina por Eduardo Morera en 1930 y un par de números para la versión latinoamericana de una revista musical (Cazadores de estrellas, 1935) rodada en los Estados Unidos, que no vienen al caso, la filmografía de Gardel consiste fundamentalmente en seis largos filmados entre Francia y los Estados Unidos. Estos son: Las luces de Buenos Aires, 1931; Melodía de arrabal, 1933; Cuesta abajo, 1934; El tango en Broadway, 1934; El día que me quieras, 1935; Tango Bar, 1935) y dos mediometrajes: Espérame y La casa es seria, ambos de 1932. El último, al parecer, se ha perdido para siempre.

El crítico Jorge Ruffinelli propone en su libro La sonrisa de Gardel, un acercamiento a ese cine y a la figura del cantante, con un énfasis en sus biografías (en su versión tacuaremboense) y una atención especial al modo en que esa biografía y esa figura fueron reflejadas o deformadas en la literatura y el cine. La tesis de Ruffinelli es que acaso Gardel colocó elementos autobiográficos en clave en los films de ficción que protagonizó. Así, persona y personaje se habrían comenzado a identificar de manera creciente.

Gardel influyó decisivamente en varios guiones. Particularmente en los de los films del período norteamericano (a partir de Cuesta abajo), que nominalmente aparecen con libreto de Alfredo Le Pera. Ruffinelli detecta con agudeza una serie de elementos veladamente autobiográficos que (dicho sea de paso) combinan mejor con la versión tacuaremboense que con la tolosiana: una conflictiva relación paterno filial, algún coqueteo juvenil con el delito, la redención por el arte (la música, claro), la utilización de seudónimos y máscaras que ocultan la verdadera identidad. En cierta forma, es como si Gardel intentara decir algo cada vez más profundo sobre sí mismo en cada una de sus películas. Ese proceso de revelación progresiva habría sido definitivamente interrumpido cuando se subió a aquel avión que se lo llevó para siempre.

Teorías a un lado, quedan las películas. El asunto es sentarse en la butaca y dejarse envolver por la voz inigualable de El Mago que ahora no solo canta cada vez mejor, sino que también se lo puede oír mejor.