Hay por lo menos cinco períodos en la carrera de Ingmar Bergman. El primero comienza con su film inicial, Crisis, y termina en 1948 con Puerto, se caracteriza por un estilo realista y el tratamiento pesimista de dramas sentimentales. El segundo va de El demonio nos gobierna (1948) hasta Sonrisas de una noche de verano (1955), con dramas y comedias centrados en las relaciones entre los sexos, aparentemente digitadas por las mujeres, superiores a sus parejas masculinas. El tercero comienza con El séptimo sello y deriva a la trilogía de “films de cámara” integrada por Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno y El silencio, incluyendo interrogantes sobre Dios que posibilitaron el equívoco de creer a Bergman un metafísico. En una cuarta etapa, a partir de Persona, las angustias son interiores, con dosis de desequilibrio, canibalismo, mujeres que fagocitan a otras (Persona), demonios que sorben a sus inventores (La hora del lobo), la muerte (Gritos y susurros) y la violencia (Vergüenza) que nunca se aclara si proviene del mundo exterior o de las traumáticas experiencias de sus personajes. Salvo error, ese período se cerraría con El huevo de la serpiente (1977); su film siguiente, Sonata de otoño, marcaría el comienzo de una aceptación callada de la senectud, el reencuentro con una calma perdida.
Las tres películas que integran este ciclo forman parte del tercero de los periodos mencionados, que a falta de una mejor etiqueta puede definirse como el “periodo metafísico”, el de la ausencia de Dios, a veces también llamado del silencio. Ese periodo arranca con las incertidumbres del caballero encarnado por Max von Sydow en El séptimo sello, y se expresa particularmente en la trilogía integrada por Detrás de un vidrio oscuro, Luz de invierno y El silencio, en el que la divinidad puede tener el horrible rostro de una araña (Detrás de un vidrio oscuro), ser una claridad que el dubitativo pastor de Luz de invierno no ve, o directamente una ausencia como en El silencio, cuyo niño protagonista termina descifrando la palabra “espíritu” entre las notas que su tía traductora le ha entregado de un idioma extraño. El hijo de pastor religioso que Bergman fue ajustó cuentas con el Dios luterano en estas y otras películas, pero particularmente en la trilogía planteó el tema con particular hondura.
DIR: Ingmar Bergman / 81 min.
Suecia 1962.
DIR: Ingmar Bergman / 91 min.
Suecia 1961.
DIR: Ingmar Bergman / 96 min.
Suecia 1963.
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