foto Amores Perros: 25 años

Amores Perros: 25 años

Mexico, 2000

Dirección: Alejandro González Iñárritu

**Guion: Guillermo Arriaga. Fotografía: Rodrigo Prieto. Música: Gustavo Santaolalla, Daniel Hidalgo. Producción: Altavista Films, Zeta Film. Elenco: Emilio Echevarría, Gael García Bernal, Goya Toledo, Álvaro Guerrero.

Duración: 153 minutos

Esta fue la película que, hace veinticinco años, descubrió internacionalmente al director mexicano Alejandro González Iñárritu, quien antes hiciera algunas cosas menores y después ganaría más fama (y más polémicas) con Babel, Birdman, El renacido y otras obras.
La película abarca tres historias distintas que en cierto momento coinciden en un trágico punto en común. La primera de ellas se centra en las peleas ilegales de perros y en el joven Octavio (García Bernal) que utiliza al perro de su hermano para ganar dinero a la vez que se hace amante de la mujer de éste. La segunda es la historia de una modelo (Goya Toledo) que ve truncada su carrera profesional y personal (junto a un hombre casado director de una revista de actualidad) al tener un violento accidente de tránsito. La tercera es la historia del Chivo (Emilio Echevarría), un hombre de misterioso pasado que se dedica a recoger a todos los perros abandonados en los momentos libres que le deja su profesión de asesino a sueldo.
Frente a la frecuente superficialidad melodramática del cine mexicano, la película de Iñárritu elige un tono duro y cruel para afirmar que la vida es verdaderamente perra. Los perros son una metáfora de la propia vida: noble y traicionera, buena y envilecida, generosa y arisca, La historia retrata a sus agonistas sin condescendencia: son imperfectos, tienen lados oscuros, no hay redenciones ni heroísmos, y la realidad es oscura y a veces roja (por el color de la sangre).
La narración vuelve una y otra vez al accidente de tránsito, presentándolo desde ángulos variados, con distintas síntesis de los hechos y diferente sonido. Cada vez arranca desde la crucial colisión para ramificarse en los hilos vitales de los implicados, a través de los grandes escalones sociales separados por el dinero, el poder y el estatus.
Los personajes aparecen en distintos grados de presencia. Cuando permanecen en segundo plano narrativo, están en álbumes de fotos, imágenes de TV, carteles publicitarios, como nombres en el periódico o como voces telefónicas. El relato se adentra con mayor o menor hondura, alternativamente, en cada uno de ellos. El diálogo es lacónico, a veces un mero sonido, o gritos y murmullos que agitan la acción. La poderosa fotografía de Rodrigo Prieto y la enérgica entrelinea de violencia que recorre el asunto ayudan igualmente a sostener la cohesión de la fragmentada estructura.
Iñárritu abarca con una mirada profunda, dura, amarga y cargada de denuncia los universos de las relaciones familiares y sentimentales, los malos tratos, la pobreza, la delincuencia, los submundos de las apuestas ilegales, de las mafias de matones y asesinos a sueldo, de la imagen idealizada de la belleza que ofrece la publicidad y el mundillo de la imagen, de la caída de las estrellas que viven de dicha imagen una vez que su cuerpo deja de responder a determinadas exigencias. Se pueden discutir otras cosas del director, y hay quien lo odia sin matices (es un error: por lo menos El renacido es una película excelente), pero aquí había ya un tipo a tener en cuenta.

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