Japón, 1997
Dirección: Hayao Miyazaki
Guion: Hayao Miyazaki. Música: Joe Isaishi. Producción: Studio Ghibli, Dentsu Inc, Nibariki, NTV, TNDG, Tokuma Shoten.
Duración: 133 minutos
Con el fin de curar la herida que le ha causado un jabalí enloquecido, el joven Ashitaka sale en busca del dios Ciervo, pues sólo él puede liberarlo del sortilegio. A lo largo de su periplo descubre cómo los animales del bosque luchan contra hombres que están dispuestos a destruir la Naturaleza.
Alguien ha dicho ya que no se puede hablar de ecologismo en el cine sin nombrar a Hayao Miyazaki. Lleva años diciendo lo mismo en sus películas y no ha tenido la necesidad de cambiar su mensaje, y eso es porque, por encima de planteamientos obvios sobre la destrucción de la naturaleza y sus consecuencias, entiende que detrás de cada personaje hay una historia, que los malos malísimos no existen en la vida real y que la redención es una pieza clave. Que el conflicto no puede acabar con un vencedor y un vencido, sino que se debe recuperar el vínculo que une a ambos bandos, para que aprendan a convivir en paz.
En el caso de esta película, eso resulta explícito en sus personajes. Lady Eboshi, por ejemplo, trata de destruir el bosque a toda costa, pero no lo hace porque odie al resto de los seres vivos ni por despotismo sino porque de esa manera pretende ayudar a los suyos a progresar. Detrás de su apariencia de mala de la película hay alguien que acoge a los leprosos de la ciudad y que hace funcionar su propio mundo ganándose la admiración de sus súbditos. En el otro bando tampoco es todo de color de rosa. Los animales y los dioses del bosque actúan movidos antes por una venganza ciega por el daño sufrido que por tratar de buscar una solución al conflicto. Su punto de vista está justificado y es fácil de entender, pero sus actuaciones, lejos de terminar con el problema, lo acrecientan aún más.
Mononoke no crea simpatías hacia un bando o hacia otro. En su lugar, presenta a un personaje como Ashitaka que se encuentra una situación tensa y una guerra a punto de declararse, que pasa un tiempo conociendo las motivaciones de ambos y que en todo momento aboga por la reconciliación y la convivencia. Parece bastante claro que Miyazaki quiere que el espectador vea el conflicto e identifique su mensaje, pero no por ello está exento de matices que revelan que su personalidad tiene ciertos defectos; el más evidente tal vez es el hecho de que, cuando se ve obligado a matar a alguien para defenderse, no parece mostrar demasiados remordimientos. Hay complejidad en la trama, y por supuesto hay como siempre la espléndida técnica artesanal de Ghibli para contarla.